Tamborrada 2020


Ya se terminó la tamborrada de este año. 24 horas de banderas, cantineras, gastadores, tambores, barriles, emoción, marchas, canciones, y demás cosas ligadas al día grande de San Sebastián. Muchos son los y las donostiarras que participamos de este día. Los hay incluso que acuden desde otras localidades e incluso desde otras provincias a ver, oír y tocar durante este día.

Yo personalmente he estado, como siempre, tocando desde el momento de la izada hasta más o menos las 4:00 por el barrio que me vio crecer: Amara. Desde el ambulatorio hasta el Amara Plaza pasando por el Esparru, Armerías, Ikasbide y Donosti. Volver una vez finalizado todo al punto de inicio. Tocar todo el repertorio de Sarriegi e incluso alguna que otra. Pasar frío es parte de la penitencia que ha tocado este año; otras veces toca mojarse. Pero todos los participantes disfrutamos de cada golpe y de cada redoble.

Desde el año pasado aprendí además a ver otras tamborradas. Ser parte pasiva de ellas. Ver y no tocar. Disfrutar. Querer tocar más y pensar en el doblete. Espero que ocurra, la verdad.

Lo curioso de esta fiesta es que no es más que la evolución y transformación de una curiosa anécdota histórica. Hoy día no todos somos conscientes que cuando nos enfundamos el traje de soldado, de cocinero o de aguadora estamos siendo historia viva de nuestra ciudad. Lo que el día de San Sebastián se recuerda pasó en el pasado.

Muchos son los que no nos entienden. Los que no comprenden el sentimiento que hay detrás de cada acorde de las charangas, del alumnado de la mayoría de colegios donostiarras que pasa frío durante la tamborrada infantil. Es algo que es parte de nuestro ADN.

Nunca seré un óptimo guía turístico, pero a todo aquel que no haya visto nunca la tamborrada le recomendaré que, si puede, se pase un 20 de Enero por la ciudad de Donostia/San Sebastián y que callejee cuanto sus piernas le permitan. La fiesta se vive en cada calle de todos y cada uno de los barrios donostiarras. En definitiva, una fiesta sin igual.

Bagera!