Historias de un pasado no muy lejano (Última parte)

 


Me quedé sentado en el banco mientras miraba a los cuatro jugando felizmente en el parque. No se habían dado cuenta de la fuente que estaba detrás de mí. La fuente con el mismo nombre que el parque donde hemos estado todos los viernes a la tarde. La fuente que la antigua alcaldesa quiso construir. El pueblo nunca debería olvidar la historia de sus inmortalizados protagonistas.

Siempre me gustó traer a las nuevas generaciones al Parque de la Igualdad. Esta generación afortunadamente nunca vivirá las barbaridades que a mi madre le tocó ver a su edad.

Obviamente, ni los Capersu ni los Sodolipia existieron nunca. Los primeros era una representación metafórica de los grupos sociales que en su época habían oprimido a los otros grupos. Por aquél entonces se les ponían diferentes adjetivos: machistas, racistas, fascistas, tiranos, opresores… Eran adjetivos que los “Sodolipia” les ponían. Éstos no eran más que las personas oprimidas debido a su sexo, raza u orientación sexual.

Las horas pasaron y finalmente llegó la hora de dejar a Success, Ander, Joseba y Jasmine en su casa. Como siempre, mi hija me lo agradeció con una deliciosa galleta de nueces. Como siempre, mis vecinos me lo agradecieron con una silenciosa y cálida sonrisa.

Llegué a casa cansado después de tanta actividad. Cada día me siento más viejo. Ya estoy cerca de los 100 años y creo que debería dejar de jugar tanto; pero cada vez que veo los ojos de Ander o de Jasmine me es imposible. Mis artríticos huesos no se quejan demasiado.

Con la respiración entrecortada, me puse el pijama con algo más de dificultad de lo habitual. Cené con mucha tranquilidad el puré de verduras que había preparado durante la mañana. Degusté después cada bocado de la galleta que mi hija me había preparado.

Ya recostado, giré mi cabeza a la izquierda. Sobre la mesilla me miraban dos mujeres, cada cual más bella. La primera era mi mujer Ainara, que hace unos pocos años me dejó. La segunda era mi madre, Valeria. Se me escaparon unas lágrimas al verla.

- Ama, hoy he contado por primera vez tu historia y la de tu primer amor, Carlos. Siento haberos cambiado el nombre, son todavía demasiado jóvenes como para saberlo todo.

El sueño se hizo finalmente dueño de mí. Dormí plácidamente. Tuve un sueño muy real en el que hablaba felizmente con Ainara y Valeria de lo que hoy había contado en el parque. Me costó darme cuenta de que estábamos junto a la Fuente de la Igualdad mientras les contaba lo vivido en el día de hoy. Fueron ellas las que me dijeron que poco después de dormirme mi corazón dejó de latir. Me levanté y junto a las dos personas que yo más he amado me dirigí hacia la salida del parque, donde pude ver muchas caras conocidas, todas ellas recibiéndome con una gran sonrisa. Lloré de felicidad, pues había echado mucho de menos a todos los allí presentes.

Los chiquillos tendrán que esperar bastante para escuchar el cuento del jajilé azul.

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