8 de marzo de 2167. Esta fecha me recuerda a las manifestaciones del pasado. A las reivindicaciones ya obsoletas. Me recuerda a cómo ha mejorado la sociedad. Hoy en día no es más que una celebración de la victoria conseguida. Pero no es hora de pensar en ello. Se va acercando la hora en la que el colegio termina y empieza mi turno.
Como
cada viernes por la tarde, me toca ir al colegio a buscar a mis nietas y a los
hijos de mis vecinos. Lo hago muy a gusto, porque es el día de contar
historias. De hecho, durante toda mi vida laboral hice lo mismo, puesto que fui
el cuentacuentos más famoso de esta comarca. Hace tiempo me jubilé, pero al
menos todavía puedo continuar con lo que siempre más me ha gustado.
Como
cada semana, me he llevado a mi adorado rebaño de cuatro niñas y niños al
parque y los he sentado en un círculo. Como cada semana, les he dado un
bocadillo a cada uno. Como cada semana, he disfrutado viendo cómo me regañaban
por haberme confundido a la hora de repartirlos y cómo se han estado
intercambiando los bocadillos entre ellos.
Una vez empezada la merienda, como siempre ha sido mi nieta Success la primera en hablar y pedirme una nueva historia.
- Aitona, queremos continuar con la Revolución Sodolipia que nos empezaste a
contar la semana pasada.
- Muy bien. – Respondí yo con voz pausada
- ¿Por dónde lo dejé?
- Kepa, yo la semana pasada no estuve,
¿podrías empezarla desde el principio? – Me dijo Joseba, el menor de los hijos
de mis vecinos.
- Sí claro, cómo no. – respondí, y a
continuación comencé mi relato.
En un pasado no muy lejano, en una ciudad muy lejana, todas las personas eran catalogadas en dos grupos diferentes desde el momento de su nacimiento. Esos grupos se llamaban Capersu y Sodolipia. Aunque los Capersu y los Sodolipias se parecían mucho entre sí, había una clara diferencia: Los Capersu tenían más derechos que los Sodolipia. Las meriendas que los abuelos como yo daban a los Capersu siempre eran más grandes que las que daban a los Sodolipia.
- Pero Kepa, todos nuestros bocatas son iguales. – Interrumpió Jasmine, la hermana mayor de Joseba.
- Sí Jasmine, pero es que vosotros no sois Capersu ni Sodolipia; vosotros tenéis suerte.
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